"Dame dame dame, que te voy a dar ... una guayabita de mi guayabal."

8.24.2006

Qué pasó con el Petronio?


Quiero estar claro que en esto, no estoy hablando como parte del Ministerio de Cultura, del cual no soy ni funcionario sino contratista. Pero por haber asistido ya a tres versiones anteriores del Petronio, el año pasado trabajando muy de cerca por un período de tres meses en la oficina de la Secretaría de Cultura de Cali y con sus funcionarios, he visto lo suficiente para hacer comparaciones entre esta última versión y las demás.

El evento fue bastante agradable e inclusive exitoso en torno a la calidad de los artistas y la amabilidad del público, más que por la organización, que no solamente no avanzó el Festival en las áreas donde necesita estar avanzando, sino que retrocedió en muchos respectos.

En los años pasados, el Festival ha contado con un organizador quien se reportaba a la Secretaria pero era la encargada de tiempo completo del evento. Había otro personaje quién se encargaba de la convocatoria y las comunicaciones con los artistas, y otro encargado de la producción del evento en sí. En este año, la figura del organizador del evento fue eliminado, y el evento fue organizado por la misma Secretaria de Cultura y Turismo. La persona encargada de comunicarse con los artistas, la única persona que ha trabajado en todas las versiones del Festival y quien por lo tanto se relaciona bien con los artistas y con el ambiente cultural afropacífico generalmente hablando, fue relegada a coordinar los buses del hotel al teatro, reemplazada por un jóven caleño de poca experiencia. El encargado de producción seguía en manos de la persona experimentada que ha trabajado en otros años.

La eliminación de la posición de organizador y la asunción del cargo por parte de la Secretaria tuvo varias repercusiones bastante negativas. No se hicieron ni la descentralización del evento en otras ciudades (Bogotá y Medellín en 2005, Bogotá y Buenaventura en 2004), ni la gestión de patrocinio de otras entidades privadas y públicas (aunque algunos, sin embargo, llegaron para distribuir volantes en la entrada al teatro), ni la publicidad que ha acompañado el evento en la prensa local y nacional. A pesar del aporte económico del Ministerio de Cultura, la eliminación de un cargo (el del organizador) y el perenialmente pobrísimo alojamiento de los artistas del Petronio (8 o más hombres y mujeres en una habitación, como todos los años), la razón dada fue falta de presupuesto. Sin embargo, la Secretaría tuvo el dinero para hacer, por primera vez en Cali, un festival de vallenato (en que los artistas fueron alojados en condiciones mejores). Según el Ministerio de Cultura, hay 78 festivales de vallenato en el país - de la música fropacífica existe el Festival de Currulao (bastante caidito desde el 1992), la Feria de Buenaventura (siempre precario y en este año cancelado por la violencia en el puerto), y el Petronio.

Cabe decir que la contratación de Amadou Keinou, un músico de tradición ancestral de Burkina Faso, también traía desventajas, aunque su presentación en la inauguración impresionó a todos. Sin embargo, si la idea era un untercambio entre lo afropacífico y lo africano, deberían haber contratado a un ensemble completo, incluyendo, por ejemplo, el balafón, una marimba africana. Pero en vez de traer a artistas de los varios grupos que están en ciudades con tarifas aéreas más económicas, como París o Nueva York, optaron por traer a una sola persona desde una parte remota de Burkina Faso, dinero que pudo haberse utilizado para traer más personas. Este señor, a pesar de que está escuchando por primera vez la música afrocolombiana, además sirvió de jurado, al lado de un músico caleño que se especializa en instrumentos barrocos del renacimiento europeo y un reconocido músico chocoano de la tendencia de fusión - este último quizás el único con una autoridad para juzgar, y de pronto solamente a la música fusión y de chirimía.

Aunque se insistió en que se enviaron formularios de inscripción a varias alcaldías de la costa, parece que no se hizo seguimiento con grupos que habían participado antes, sino que confiaron que los funcionarios municipales gestionara el evento, hecho que resultó en una dramática reducción del número de grupos inscritos – de unos 60 en 2006 a unos 40 en 2006. Es probable que una falta de voluntad para extender las fechas de inscripción, venerable práctica en la organización de un Festival que tiene que negociar entre las necesidades organizativas de la administración y las realidades culturales del público que sirve, tenía que ver con la caída en el número de grupos participantes.

Por ejemplo, siempre se ha hecho que los artistas respecten la regla de que lleguen a la hora de su prueba de sonido. Pero cuando han habido problemas de su llegada a Cali (causados muchas veces por problemas del transporte en la zona: mal estado de las vías, ríos crecidos o secos, etc.), o de inscripciones después del cierre de la convocatoria (muchas veces por incertidumbre sobre si la alcaldía local cubriría los gastos de transporte), los organizadores del evento han hecho excepciones. (Sin embargo, hay que destacar un ejemplo en que los organizadores de este año sí fueron obligados a tomar estas cosas en cuenta, cuando un grupo cuyo alojamiento, no cubierto por la Secretaría por haberse inscrito tarde, y que supuestamente iba a ser cubierto por las autoridades locales, lleagaron pero sin el dinero para el alojamiento que iba a ser pagado por el municipio. Parece que al final fue posible alojarlos.)

En este año, en cambio, se vio más bién una actitud por parte de los organizadores de "mano dura" hacía los participantes, y una falta de voluntad de hacer las cosas de una manera que encajara con el comportamiento cultural afropacífico. Por ejemplo, se ofrecieron talleres con el artista africano cuya presentación fue la inauguración del evento y quien sirvió de jurado. Pero por imponer un sistema de inscripción limitada (25), fueron muy pocos los artistas del Pacífico quienes pudieron participar, ya que fueron los músicos y aficionados caleños y del interior los que inmediatamente llenaron la lista, ya que el estilo del Pacífico es más bien de ver quien más va a participar y como les parece el taller antes de ir.

Hubo, por lo general, una posición de intolerancia frente a toda manifestación cultural que no se tratara de hacer música en tarima. Esto fue una ruptura radical con los Petronios anteriores, donde el espacio más importante era el Hotel Los Reyes, sitio de intercambio musical entre los varios músicos de diferentes partes del Litoral y del país en una atmósfera lúdica y social. Aunque fue evidente el año pasado la necesidad de controlar el número de personas que entraba al hotel, la administración presente del Festival efectivemente cerró el espacio de todo. La comunicación y participación musical en conjunto en un ámbito social es muy importante para los intercambios musicales, pero no son una opción en un contexto de una presentación de un grupo en el espacio separado de un tarima. Sin embargo, se ofreció en lugar de la tradicional rumba en el hotel una presentación en tarima de un grupo en un espacio público después de terminar los eventos del día en el espacio principal del Petronio. Pero en lugar de facilitar un intercambio tan importante para fomentar la creatividad musical colombiana – es precisamente del espacio del Hotel Los Reyes que surgen los grupos de fusión bogotanos y paisas –, se impuso la carnetización de la entrada del hotel (en lugar de un simple control de entrada), la prohibición del trago en el hotel, y una "ley zanahoría" que silenciaba los tambores después de las 10 y mandaba a todo mundo a la cama a la 1. (Cabe decir que este horario fue casi imposible esforzar, aunque el ambiente general en hotel fue bastante apagado.)

La explicación de la Secretaria por estas reglas, expresada con una actitud de prepotencia e inclusive infantalización hacía los artistas, en la reunión con los directores de los grupos, fue de que el Festival se trataba de un concurso, no un espacio social. Estaban ahí para hacer un trabajo – aunque tenían que pagar la inscripción, la organización y el transporte, y a pesar de que solamente unos solos privelegiados gozarían de una ganacia económica si ganaron los premios.
En resumen, en lugar de crear un espacio en que foraneos del interior podían inmersarse en un ambiente cultural del Pacífico, se impuso un modelo de modernidad euro-andino a los músicos, en que su función en el Festival era la de entretener a un público. Este modelo del Petronio como trabajo se desmentía en el hecho de que los artistas no tienen siquiera la garantía de ser pagados y de hecho tienen que incurrir muchos gastos para llegar. Además, se intentó perseguir aquellos aspectos culturales que se veían como amenazantes al órden del Festival pero que tienen mucha importancia en el mundo afropacífico y que se veían como las razones para los grupos llegar hasta Cali a participar. Como ejemplo, cito las palabras de la antropóloga francesa Anna-Marie Losonczy sobre las funciones rituales de la embriaguez en las culturas afropacíficas colombianas al final de este texto.

Hay que ver todo eso en el contexto de la situación política en el municipio de Cali – aunque el Petronio se ha calificado como el festival más importante que tiene el país, y es seguramente el más grande en términos de los artistas participantes, es organizado por un municipio, que aún siendo el tercer municipio del país es sujeto a todos los cambios políticos que se dan en ese entorno. En este año, frente a críticas por los escándalos de corrupción e inconformidad con el manejo municipal de la instalación del sistema de trasporte masivo, el alcalde respondió a otras críticas que expresaron desacuerdo con la inversión en manifestaciones culturales negras con sacar la anterior Secretaria de Cultura, de una trayectoria en el Instituto Popular de Cultura, por un personal venido más bien de la línea de la Orquesta Sinfónica del Valle. Esta administración, al parecer, trató el Petronio como una necesidad política, cumpliendo con su organización pero no más de ahí. No solamente faltó en avanzar en temas plantados en años pasados (eliminatorias regionales, procesos culturales más allá de la tarima, formación de una junta asesora con personería jurídica, alianzas con otras instituciones para gestión de fondos) sino que se abandonaron elementos que han caraterizado versiones anteriores (la descentralización extra-municipal, la gestión de patrocinio del sector privado, la publicidad tanto local como nacional e internacional y más importantemente un entendimiento del Festival como un acontecimiento cultural y social aparte de su manifestación en la tarima.)

Todas estas cosas fueron temas de discusión en el taller que ofreció el Ministerio. Como otras veces, se planteó la idea de formar una junta asesora con participación de las colonias costeñas, artistas y otros interesados. Una junta no solamente defendería, desde las mismas comunidades, los elementos que ve como importantes a la identidad del Petronio, sino que evitaría la perenial hecho que con cada cambio de funcionario encargado, se empieza de nuevo a montar el Petronio, sin la memoria de los acontecimientos de otras versiones que sí tienen las comunidades interesadas. En mi opinión, es importante que el Ministerio se encargue de catalizar este tipo de organización, igual como ha hecho con el Festival de Tambores en Palenque y el San Pacho en Quibdó.

Sobre la embriaguez ritual:

Tomado de
Losonczy, Anne-Marie. La trama interétnica. Ritual, sociedad y figuras de intercambio entre los grupos negros y Emberá del Chocó. (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia/Instituto Francés de Estudios Andinos, 2006)

Dice así:

Según los negro-colombianos del Chocó, beber solo y fuera de algún contexto ritual o festivo es síntoma de una clase de locura ... que a menudo se atribuye a un maleficio... Por el contrario, el consumo colectivo de aguardiente de fabricación regional es parte integral de las reuniones vespertinas informales de los hombres y también, ante todo, de los tres períodos rituales colectivos, así como los velorios de "la novena".... En este sentido, "beber sabroso" no afecta ni el comportamiento corporal, ni el alma-fuerza vital [una de las dos almas en las cosmovisiones negro-colombiana y bantú], sino que agudiza la memoria y el entendimiento. Le hace bien al alma-sombra [la otra alma de estas cosmovisiones] – así como a los espírtus de los muertos, también presentes y que beben durante "la novena" –, pues se supone que la bebida y la conservación la fortalece y alimenta. Esta concepción, del refortalecimiento del alma con la bebida y el intercambio lingüístico reflejan aquella que nutre la secuencia ritual en el centro de las cermonias chamánicas [de los indígenas, también residentes en el Chocó] Emberá: compartir la chicha con los espítitus invitados para alimentarlos. (211-212)

[A las ceremonias de alabanza del santo de devoción especial en la costa nariñense], las animan música y baile en torno al altar, adornado con flores y cirios, y en el que se pone también un vaso de aguardiente que el santo ha de beber para el fin de la noche... A menudo la fiesta comienza con un homenaje cantado a los tambores [y] se bebe aguardiente en abundancia... Se cree que en estas ocasiones el santo baja en su imagen, e incluso en las "voces" de los cantantes o las manos de los percusionistas. (215)

[Evocar] los cantos funerarios, los salves, alabaos y santodías ... fuera del contexto ritual de la novena, puede contraer el riesgo de morir, e incluso en el espacio ritual del velorio, no pueden ser dichas sino por aquellas a quienes el aguardiente haya dado "la borrachera sabrosa"... [l]os cantos funerarios constituyen la palabra misma del alma del muerto, dicha por la voz de los vivos. Cantar un alabao significa entonces que este espiritú, en el eje de los dos mundos, debe ser acogido en el interior del cantante allí donde el alma-sombra propia deja su huella de la memoria y del lenguaje... Esta sombra requiere además la ebriedad domesticada del ritual, para así ser capaz de encogerse en su propio cuerpo sin separarse de él, dejando lugar al espíritu del muerto para que lo llene con su presencia dolorosa y sus palabras... [E]sta especie de posesión momentánea por el espíritu del muerto gracias a cierto vacío pasajero del alma, creado aquí por la ebriedad ritual, recuerda hasta cierto punto algunas concepciones bantúes del contacto con los muertos, [así como] los paradigmas Emberá que rigen la comunicación ritual chamánica con los espíritus.
(222-23)

1 comment:

Anonymous said...

Hola! No había leído esta entrada. A medida que avanzaba en la lectura, recordé cómo viví el Petronio ese año.
Muy interesante. Muchas gracias por la información.

Saludos