Esto me llegó sobre el TLC, por Cristián Valencia
03 de Febrero de 2008 - EL TLC Y LOS CAMPESINOS
La otra Vorágine
El de Iowa saca su maíz a puerto en menos de 24 horas; el colombiano se ve a gatas pa'llevar la yuca al camión.
En el invierno pasado a Sixto se le pudrió la yuca porque no tuvo cómo sacarla a vender. Por allá en la vereda La Nube en Arauca, el departamento del petróleo. No porque no quisiera sino porque la carretera se hizo invisible. Y lo mismo le habrá pasado a muchos campesinos en la Orinoquia colombiana. En invierno no hay manera de entrar o salir, salvo con un poderoso carro de doble tracción y winche y cuanta cosa.
A la sombra del país político y mediático, está el país deshaciéndose a pedazos. Y eso no moja la suficiente prensa. Parece que los campesinos de este país no tienen dolientes. Mientras sufren el día a día de la guerra entre las balas de los bandos, y el rostro más duro del subdesarrollo, el otro país está preocupadísimo por sacar adelante un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Sixto solo quería sacar la yuca a un mercado y no pudo.
Supongamos que el dichoso tratado se firma mañana, o en diciembre. Es obvio suponer que habrá un trancón de fotos con políticos sonrientes estrechándose la mano. Y comentarios optimistas. Y luego de eso seguiremos igual. Sin carreteras en el llano; con un ferrocarril de nombre poético que se pudre a la intemperie por todo el Magdalena haciendo la ruta del Expreso del Sol hacia el Caribe, y con todas las carreteras en añicos, angostas, enfangadas, sobre cumbres peligrosas. Ignoro cómo funcionaría un tratado de esas proporciones para los campesinos. Pero a simple vista un campesino de Iowa saca su maíz a puerto en menos de 24 horas, y un colombiano se ve a gatas pa' desenterrar una yuca y llevarla hasta el camión; luego el camión se ve a gatas para arrancar -porque el repuesto, el cuchuflí, la balinera-; y una vez arranque entra en juego el amado y muy necesitado kit de carreteras nacionales, que no es otro que la estampita de la virgencita del Carmen bien rezada, para que ayude a sortear los millones de obstáculos en la carretera, cuando hay carretera. En últimas para que tape los huecos con milagros, porque el Estado no lo hará. Ni este Estado ni el de hace 10 años ni el de hace 50.
En el Viejo Caldas, la doble calzada entre Manizales y Armenia lleva más de diez años construyéndose y nada que acaban. Estoy hablando de la zona cafetera, en teoría una de las más desarrolladas del país. Qué decir de Chocó, con su capital y sus municipios a la bulla de los cocos. Llegar o salir de Quibdó es una odisea. Sacar alimentos por el río San Juan para llevarlos al puerto de Buenaventura es otra odisea; y sacarlos por el Atrato hacia el puerto de Turbo, válgame Dios, son muchas las estampitas de la virgen que se gastan en el trayecto. El Pacífico colombiano está en un total abandono, aunque los analistas económicos dicen que es el futuro. Y todas las panamericanas parecen diseñadas por Condorito. Y el puente sobre el Magdalena en Puerto Salgar es una verdadera vergüenza nacional. Y en general todos los puentes que cruzan el río Grande de la Magdalena están mal pensados: porque son tan bajitos que el día en que se restablezca la navegación habrá que tumbarlos. No pasa un barco de papel sin chocarse. ¿En qué condiciones entraríamos al dichoso TLC?
Mientras tanto el país mediático continúa preo-cupadísimo porque este dijo y el otro no. Mientras tanto el país político aprieta la agenda para que se apruebe cuanto antes el TLC. Mientras tanto, todos esos campesinos de la Orinoquia y del Pacífico y de Putumayo están pensando en sembrar, cosechar y en cómo rayos nos hacen llegar la comida. Porque todavía no imaginan el día en que un empresario de Boston les compre cinco toneladas de yuca.
Cualquiera de ustedes atrévase a sacar cinco toneladas de yuca desde Arauca, Caquetá, Vichada o Guaviare hasta la Sociedad Portuaria de Cartagena. De antemano le digo a quien se atreva que, además de la estampita de la Virgen, debe llevar lápiz y papel. Porque seguro escribirá otra Vorágine.
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